Dr Eduardo Hernández G.
LOS MIEDOS INFANTILES
La mayoría de los miedos infantiles son “evolutivos”, es decir, son propios de una edad determinada, son transitorios y generalmente tienden a remitir espontáneamente con el desarrollo y maduración del pequeño..
Los niños manifiestan sus temores de diversas maneras, dependiendo de su edad y complejidad y de su capacidad y disposición para verbalizarlos. El niño que todavía no sabe hablar puede abrazarse, llorar, gritar y tratar de huir de las situaciones que le asustan, a veces resulta difícil averiguar que los atemoriza. El niño mayor puede dudar a la hora de comentar o incluso nombrar aquello a lo que teme, bien por la creencia que se convertirá en realidad (al adjudicarle poder mágico a las palabras), bien por el miedo al ridículo y la burla.
Consejos para los padres
Los pediatras pueden ayudar a los padres a tener paciencia con los temores de sus hijos. En el caso de los niños pequeños, se sugiere a los padres que los tomen, los abracen, y les tranquilicen con su contacto físico, asegurándoles con su proximidad o presencia que el objeto o situación temidos no puede hacerles daño. Con los niños pequeños que están ansiosos y excitados las explicaciones lógicas no tienen utilidad alguna.
Para los niños en edad escolar y mayores, el apoyo físico y emocional debe completarse con palabras tranquilizadoras. A menudo hay que repetir las explicaciones directas y sencillas cada vez que aparece el objeto o situación temidos, de esta manera va perdiendo su efecto estresante. El niño con el tiempo se hace capaz de distinguir entre la sensación de miedo y el hecho de que la causa del mismo no pueda en realidad, hacerle daño.
Se les recomienda a los padres que no avergüencen, ridiculicen o humillen a los niños miedosos y que no los obliguen a revivir las situaciones que los atemorizan con la esperanza de que así logren superar su temor, este método puede inducir temor y reforzar el miedo, además de complicar el tratamiento posterior en caso de ser necesario.
Conviene concederle algún poder sobre la situación, como poder encender o dejar encendida una luz si tienen miedo a la oscuridad, llamar por teléfono a los padres cuando éstos salen alguna noche, o tener un gatito o un perrito inofensivos si tiene miedo a los perros y gatos. Cada vez que el niño domina de alguna forma la situación temida, deberá ser reforzado con palabras de ánimo o con reforzadores materiales.
En cualquier caso, son esenciales la calma, la confianza y la ayuda de los propios padres.
Además se conoce que los temores de los niños reflejan muchas veces los temores de los padres.
Cuando los temores de los niños se presentan en una frecuencia alta, cuando alteran el desarrollo evolutivo normal del niño, cuando les causa limitaciones en su vida diaria, y los padres no saben como manejar la situación, se impone entonces consultar a un especialista en conducta infantil.
Dr Eduardo Hernández G.
Pediatra y Terapeuta de la Conducta Infantil.
Miembro Comisión de Pediatría Social.